La semana pasada leíamos en Twitter este hilo de Luis F. Mayorgas (@lmayorgas) estableciendo distintas categorías de #okupasmotorizados. Gracias.
«Últimamente estoy haciendo un estudio antropológico casero de los especímenes que aparcan en los aparcamientos reservados para personas con problemas de movilidad, sin tener la acreditación correspondiente. Me los estoy encontrando de varios tipos:
Están los Rompetechos: seres que estacionan en aparcamientos para discapacitados y que, cuando les afeas el comportamiento, te responden compungidos «perdona, no me había dado cuenta». Aunque haya una señal vertical y un dibujo bien grande de un señor en silla en el suelo.
Están los Currantes, con sus furgonas ocupando uno o dos espacios reservados (y a veces también una acera). Cuando les abordas, te dicen «Perdone, es que estaba trabajando». Como si eso fuera excusa para atropellar al prójimo.
Están Los del Cochaco, señores con vehículos caros y descomunales, en plan BMW o Mercedes, que interpretan las zonas reservadas, como reservadas para coches grandes, no vaya a ser que se peguen un rascón en el buga.
(Los del Cochaco, según mi experiencia, son los que tienen menos remordimientos. El otro día abordé a uno que me contestó, chulesco «¿Porque no se lo dices a todos los demás coches que están aparcados, y no sólo a mí?». Me abstendré de aplicar calificativos).
Están los Relámpagos, que bloquean el espacio reservado y que, increpados, afirman «¡si fue solo un momento, para comprar pan!». Como si eso te hiciera más feliz cuando te toca a ti aparcar a sopocientos metros y recorrer la distancia adicional, muletas o silla en ristre.
Mención especial para los Motoristas Atentos, que no aparcarían en un espacio con movilidad reducida… pero sí en el pasillo que separa dos de ellos, y que muchas veces es necesario para que las personas con problemas de movilidad podamos entrar y salir de nuestro vehículo.
Hala, ya me he desahogado. La moraleja es: niños, respetad los espacios reservados para gente con problemas de movilidad, porque utilizarlos, aunque solo sea un rato, cuando no los necesitáis nos supone un trastorno a los que tenemos que usarlos diariamente»