Hace 18 años cuando me interesé por primera vez en la accesibilidad, me di cuenta de que había mucho por hacer y hoy sigo teniendo esa percepción. Tal vez se hayan superado muchas barreras con la normativa, haya ciudades más habitables y más concienciación.

Sin embargo, sigue haciendo falta entender el porqué de la accesibilidad, esta situación se ve claramente con las plazas de aparcamiento reservadas para personas con movilidad reducida.
Para empezar, son ampliamente conocidas como “plazas de minusválidos», un término despectivo y caduco. Ninguna persona es menos válida que otra, simplemente hay una gran diversidad de formas de desplazarse, comunicarse o entender el mundo.

Y esa es la raíz del problema, como sociedad no hemos sido capaces de entender nuestra diversidad y en vez de sacar el potencial de nuestras capacidades, lo que hemos buscado ha sido una homogenización y estandarización, en un sistema competitivo donde quien no encaja, pierde.

Sin embargo, la buena noticia es que ya nos vamos dando cuenta de que la diferencia enriquece, salvo que algunas veces nos pasamos de frenada y esa comprensión la convertimos en lástima y en un modelo asistencial caritativo que nada tiene que ver con aprovechar capacidades, sino en mantener distancias entre lo “normal» y lo “anormal».
Creo firmemente que la accesibilidad es el camino para acabar con ese modelo conmiserativo para ir a una sociedad equitativa, donde cada persona puede sacar el máximo de su potencial en igualdad de derechos, es decir, un modelo próspero y respetuoso.
Y ahí es dónde está la clave de la accesibilidad, se trata de una igualdad de derechos, no una igualdad de circunstancias, porque entonces perderíamos la diversidad. Se trata entonces de un equilibrio, es decir, establecer distintas formas de garantizar los derechos respetando las circunstancias diversas.

Siguiendo con el ejemplo de las plazas de aparcamiento reservado, no son otra cosa que una herramienta para equilibrar las capacidades de desplazamiento de las personas con movilidad reducida.

Pongo un caso en concreto: tengo una amiga que va en silla de ruedas, cuando quedamos para hacer alguna excursión vamos en mi coche. Primero tengo que encontrar un aparcamiento seguro, con la acera rebajada para que pueda acercarse lo máximo posible a la silla del copiloto y pasar de su silla al asiento, para ello tiene que quitar el reposabrazos.
Luego cojo la silla, le coloco el reposabrazos, le quito los reposapiés (porque si no, no entra en el coche) y luego la meto en el maletero, en donde previamente he echado el respaldo del asiento de atrás hacia adelante. Como os podréis imaginar, llevo el maletero lo más vacío posible. Bueno, pues estas maniobras nos requieren entre 5 y 15 min, todo depende del entorno. Pensad por un momento cuando hayáis pasado a buscar a una persona en coche, cuánto tiempo habéis tardado, si habéis podido parar en cualquier sitio, incluso en doble fila, sin molestar a nadie. Seguro que os viene a la mente un momento en que habéis aprovechado algún semáforo para que un acompañante se baje de vuestro coche.

¿No parece lógico que haya sitios reservados para que personas con movilidad reducida o con dificultades de orientación y/o desplazamiento, tengan una zona dónde subirse a un coche de forma rápida y segura?
Eso hace esa plaza accesible, equilibra una situación para que haya igualdad de derechos. Este es el motivo por el que resulta tan irritante, frustrante, indignante e injusto, ver a personas sin ningún tipo de discapacidad ocupar plazas reservadas, aunque “solo sean 5 minutos».

No es un privilegio tener discapacidad y en el mundo actual no es una ventaja competitiva, si las personas con discapacidad usan las plazas reservadas es porque las necesitan. No es porque se hayan levantado un poco más tarde y quieran ganar unos minutos aparcando en la puerta.

Mucho se habla de cambio climático y concienciación social, mientras que la realidad es que el coche es un territorio sagrado para aquellas personas que con la excusa del tiempo y su importante y ajetreada vida, consideran que tienen el derecho de pasar por encima de los demás.

Desde mi punto de vista es una perspectiva muy obtusa, podrían ver el lado positivo y pensar “voy a aparcar un poco más lejos y así ando un poco», “voy a dejar el coche en el aparcamiento disuasorio y así contamino menos», “voy a ir andando con mis hijos al cole y así paso más tiempo con ellos», “voy a usar mi situación de privilegio para hacer un mundo mejor».

Como me dijo una persona muy sabia, “solo hay dos tipos de personas: las que piensan el que venga después de mí que arree o las que piensan que cómo pueden hacer el mundo mejor». Por ejemplo, hay personas que cuando van al baño acaban el papel y lo reponen, mientras que hay otras que dejan el cartón vacío, total, ellas ya han hecho sus necesidades.

¿Qué tipo de persona quieres ser? Piénsalo antes de ocupar una plaza de aparcamiento para personas con discapacidad y si tienes dudas, contáctanos.
En Calícrates nos dedicamos a mejorar la accesibilidad no solo de los edificios, sino también de los productos y servicios, además de hacer una labor de difusión para que entendamos por qué es tan importante y necesaria la accesibilidad, universal y para todas las personas.

Gracias a Okupas Motorizados por invitarnos a participar en este blog, la unión hace la fuerza.

Marcela Vega Higuera
Gerente de Calícrates

Compartir es vivir

2 Comments:

    • Blanca
    • agosto 06, 2019
    • Reply

    100% de acuerdo. La gente carecemos no sólo de respeto por las normas, sino de empatia para ponernos en la piel de otras personas.

      • Juan Larreta
      • agosto 11, 2019
      • Reply

      Así es Blanca. Gracias.

Leave reply:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.